La preparación para una resonancia magnética comienza con la revisión de la historia clínica del paciente por parte del equipo médico. Es importante informar al especialista si se tienen implantes metálicos o dispositivos médicos (como marcapasos) o si se está embarazada, ya que algunos de estos eventos pueden interferir con el procedimiento. Además, en caso de que se utilice contraste, se puede requerir una evaluación previa de la función renal, ya que este tipo de sustancia puede afectar a personas con problemas de riñones.
En el día del estudio, se recomienda acudir con ropa cómoda y sin abalorios, ya que el equipo de resonancia magnética utiliza potentes imanes que podrían verse afectados por la presencia de metal. Se pedirá al paciente que retire joyas, relojes, tarjetas magnéticas y cualquier otro objeto que contenga metal. En algunos casos, se proporcionará una bata para el examen. Es esencial seguir todas las indicaciones del personal médico para garantizar un proceso seguro y eficiente.
Durante el procedimiento, el paciente deberá permanecer completamente quieto, ya que el movimiento puede afectar en la calidad de las imágenes. En la mayoría de los casos, se le proporcionará al usuario un botón de emergencia para que pueda comunicarse con el técnico si experimenta alguna molestia o ansiedad. Si se requiere el uso de contraste, este será administrado por vía intravenosa, y puede causar una sensación de frío o calor temporal.
No se suele requerir ayuno, salvo en estudios específicos con contraste, en los que podría ser necesario evitar alimentos y bebidas unas horas antes. Después de la resonancia magnética, el paciente podrá retomar sus actividades cotidianas de inmediato, salvo que se hayan administrado sedantes, en cuyo caso se aconseja descansar y no conducir.