Síntomas asociados a esta alteración
Los síntomas del lumbago pueden ser de aparición súbita o presentarse de forma gradual con el paso del tiempo. A veces, el malestar aparece tras la realización de ciertas actividades (como levantar pesos), pero en otras ocasiones está presente de manera continuada. Entre la sintomatología comprendida en este trastorno musculoesquelético, se destaca:
- Dolor, que puede ser agudo o sordo y doloroso, y a veces se irradia hacia las nalgas o hacia la parte posterior de las piernas (causando un cuadro conocido como ciática).
- Movimiento restringido de la columna.
- Problemas posturales, sobre todo al intentar mantener la columna vertebral recta.
- Espasmos musculares en la región afectada.
- Dificultad para realizar actividades que antes sí se podían hacer sin mucho problema, como caminar, correr o levantar pesos.
Debido a la limitación de movimiento y malestar que esta condición puede provocar, no es de extrañar que el dolor lumbar sea la causa más común de ausencia del trabajo en el mundo y el motivo de discapacidad más habitual. Tal y como indica la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2020 la lumbalgia afectó a 619 millones de personas en todo el mundo, y se estima que el número de casos continúe creciendo a medida que la población mundial siga envejeciendo.
Causas de la lumbalgia
La lumbalgia inespecífica es el tipo de lumbalgia más frecuente (alrededor del 90 % de los casos). Esto quiere decir que la mayoría de los cuadros no tienen un agente causal específico concreto, pero sí se vinculan con cierta facilidad al mal funcionamiento de la musculatura y mecanismos neurológicos subyacentes posteriores.
Independientemente de su clasificación, la lumbalgia puede estar provocada por diversos eventos. Se destacan los siguientes:
- Distensión de músculos o ligamentos. Esto, a su vez, puede estar provocado por movimientos de sobrecarga repetidos, cambios de dirección súbitos, caídas y más.
- Fracturas por compresión de la columna a raíz de osteoporosis, un cuadro que cursa con degradación ósea con el paso del tiempo.
- Fracturas de vértebras o discos intervertebrales por accidentes automovilísticos, caídas u otros motivos. Ciertas afecciones (como la espondilólisis o la osteoporosis) aumentan el riesgo de este tipo de lesiones.
- Hernia discal o disco roto.
- Ciática, un tipo de dolor que recorre el trayecto del nervio ciático, la cual a su vez puede estar provocada por una hernia de disco en la columna vertebral o el crecimiento óseo excesivo.
- Estenosis espinal, un trastorno que ocurre cuando el espacio dentro de la columna vertebral es demasiado pequeño.
- Deformidades espinales congénitas, como curvaturas de la columna vertebral (como escoliosis o cifosis).
- Cáncer, tumores y otros crecimientos que puedan comprometer la integridad estructural de la columna.
En este punto, es esencial destacar que un porcentaje importante de los cuadros de lumbalgia se resuelven por sí solos con el paso del tiempo y no son provocados por trastornos graves. De todas formas, ante cualquier sospecha o malestar que escape la normalidad, se recomienda la realización de la prueba diagnóstica pertinente y la visita al médico.
Factores de riesgo
La prevalencia de la lumbalgia aumenta con la edad hasta los 80 años, y la mayoría de cuadros se producen en personas entre 50 y 55 años (todavía en edad laboral). En el siguiente listado, se especifican los principales factores de riesgo para el desarrollo de este trastorno:
- Edad.
- Sedentarismo y falta de actividad física por potenciales atrofias musculares.
- Obesidad y sobrepeso.
- Enfermedades previas (artritis, osteopenia, osteoporosis, cáncer y más).
- Mala postura continuada.
- Mala práctica de esfuerzos físicos.
- Trastornos psicológicos previos (depresión, ansiedad crónica y más).
- Consumo de tabaco.
- Actividad laboral que requiera esfuerzos físicos abundantes, sobre todo si la mayoría de ellos consisten en levantamiento de pesas.
Diagnóstico de la lumbalgia o lumbago
El diagnóstico de la lumbalgia comienza con una historia clínica detallada y un examen físico. Durante la historia clínica, el médico le preguntará al paciente sobre la duración, la ubicación y la intensidad del dolor, así como sobre cualquier actividad o evento que pueda haber desencadenado la sintomatología en primera instancia. También se recogerá información sobre potenciales antecedentes médicos relevantes, como lesiones previas, patologías crónicas o factores de riesgo (como el sedentarismo o el sobrepeso). Esta información es crucial para determinar si la lumbalgia es de origen mecánico, inflamatorio, infeccioso o relacionado con otros trastornos ya citados en líneas previas.
El examen físico se centra en evaluar la movilidad de la columna vertebral, la fuerza muscular, la sensibilidad y los reflejos. El médico puede solicitar al paciente que realice ciertos movimientos o posturas para identificar cualquier restricción de movilidad o dolor. También se palparán las estructuras de la espalda para detectar posibles espasmos musculares, inflamación o anomalías estructurales.
En algunos casos, se pueden requerir estudios de imagen y pruebas adicionales para un diagnóstico más preciso. Las radiografías de la columna vertebral pueden revelar cambios degenerativos, fracturas o anomalías estructurales. La resonancia magnética (RM) y la tomografía computarizada (TAC) son útiles para visualizar tejidos blandos, como discos intervertebrales, ligamentos y nervios, y para identificar hernias discales, estenosis espinal u otras afecciones que no se ven en las radiografías.
Si se sospecha una causa infecciosa o inflamatoria, se pueden realizar análisis de sangre para detectar signos de infección o inflamación sistémica. En los casos más delicados, puede ser necesaria la realización de biopsias en tejidos anormales. Como se puede comprobar, el diagnóstico de la lumbalgia es multifactorial, aunque la parte imagenológica y la exploración médica tienen una carga importante en la identificación de su agente causal.
Tratamiento del dolor lumbar
En muchos de los casos, el episodio de lumbalgia se resuelve por sí solo, y es común experimentar mejoría con el paso de los días sin necesidad de realizar cambios muy relevantes en el estilo de vida. De todas formas, y como medidas a tomar por el paciente, siempre se recomienda:
- Suspender la actividad física normal durante los primeros días después de la aparición del dolor. Esto ayudará a reducir la sintomatología.
- Aplicar hielo en la zona durante las primeras 72 horas en intervalos regulares, y luego aplicar fuentes de calor también si es necesario.
- Si es necesario, consumir analgésicos de venta libre durante los primeros días para aliviar el malestar.
Más allá de las medidas en el hogar, en casos más graves se pueden prescribir medicamentos más fuertes, como relajantes musculares o analgésicos opiáceos, aunque su uso generalmente se limita a corto plazo debido a los riesgos de dependencia. También se puede recomendar el uso de un corsé para apoyar la espalda, según las necesidades del paciente.
La fisioterapia es una piedra angular en el tratamiento de la lumbalgia. El fisioterapeuta puede diseñar un programa de ejercicios específico para fortalecer los músculos del tronco, mejorar la flexibilidad y corregir la postura. Estos ejercicios no solo ayudan a aliviar el dolor actual, sino que también previenen futuras lesiones. Las técnicas de terapia manual, como masajes y manipulaciones espinales, también pueden ser beneficiosas. Además, se pueden incorporar modalidades como la electroterapia y la ultrasonografía para aliviar el dolor y promover la curación de los tejidos.
Cuando los tratamientos conservadores no proporcionan un alivio adecuado, pueden ser necesarias intervenciones más invasivas. Las inyecciones de esteroides epidurales pueden ayudar a reducir la inflamación y aliviar el dolor en casos de hernia discal o estenosis espinal. En situaciones en las que hay compresión nerviosa severa o deformidades estructurales significativas, la cirugía puede ser considerada como una opción. Procedimientos como la discectomía, la laminectomía o la fusión espinal son ideales en ciertos escenarios para aliviar la presión sobre los nervios y estabilizar la columna vertebral. Sin embargo, la cirugía suele ser el último recurso y se recomienda solo cuando todas las demás opciones han fallado y el dolor impacta significativamente la calidad de vida del paciente.
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