La preparación para una radiografía es generalmente sencilla y rápida, ya que es un procedimiento no invasivo. En la mayoría de los casos, no se requiere ayuno ni preparación especial, aunque esto puede variar dependiendo del tipo de radiografía. Por ejemplo, si se va a realizar una radiografía abdominal, es posible que el médico indique no comer ni beber varias horas antes, o incluso usar un laxante para vaciar los intestinos, con el fin de obtener imágenes más claras.
Antes del estudio, el paciente debe informar al personal médico si está embarazada o si sospecha que podría estarlo, ya que la radiación puede afectar al feto. También se le pedirá que se quite cualquier objeto metálico que pueda interferir con la imagen, como joyas, gafas, cinturones o prendas con broches metálicos. En algunos casos, el paciente deberá cambiarse y usar una bata hospitalaria durante el procedimiento.
Durante la radiografía, se le indicará al paciente que permanezca inmóvil y que contenga la respiración por unos segundos mientras se toma la imagen. Esto es esencial para evitar imágenes borrosas. El técnico radiólogo colocará al paciente en la posición adecuada dependiendo de la zona del cuerpo a examinar. El procedimiento suele durar solo unos minutos y, una vez finalizado, el paciente puede retomar sus actividades normales sin restricciones.