Síntomas de la hernia inguinal
Las hernias inguinales pueden presentarse con una variedad de síntomas diferentes, entre los que destacan los siguientes:
- Aparición de un bulto o tumefacción en la región inguinal, es decir, en los pliegues donde se unen el abdomen y los muslos. Es normal que el abultamiento se presente en la ingle e, incluso, cerca de la región del escroto.
- Si es evidente, el bulto puede hacerse más notorio cuando el paciente está erguido, tose o realiza algún esfuerzo físico.
- Sensación de ardor o dolor, a menudo inespecífica, en el área del bulto. También puede expandirse a la sección superior de la pierna y/o el escroto.
- Sensación de arrastre o pesadez en la ingle.
- Debilidad o presión en el área afectada.
En ocasiones, el tejido que protruye puede quedarse atrapado en la pared abdominal o el escroto, un fenómeno conocido como encarcelamiento. Si es una sección del intestino la involucrada, es posible que en una situación de encarcelamiento se corte el riego sanguíneo y se produzca un estrangulamiento grave que cursa con los siguientes síntomas:
- Náuseas.
- Fiebre.
- Vómitos.
- Dolor repentino y fuerte en la región abdominal.
- Incapacidad para defecar o evaluar gases.
- Cambios atípicos en la coloración de la región afectada.
Al cortarse el suministro de sangre, el tejido intestinal empieza a sufrir isquemia o falta de oxígeno, lo que provoca necrosis (muerte del tejido). La necrosis intestinal es irreversible y, si no se trata rápidamente, lleva a una perforación intestinal. El estrangulamiento puede desembocar en un cuadro de sepsis y peritonitis potencialmente mortal, así que requiere atención médica urgente.
Causas de la hernia inguinal
A día de hoy, se considera que las hernias inguinales tienen un componente tanto congénito como adquirido. La mayoría de las hernias en adultos pueden explicarse por rasgos y hábitos adquiridos a lo largo de la vida, sin embargo, hay pruebas que sugieren que la genética también influye. Por ejemplo, las personas con un historial familiar de hernia inguinal presentan hasta 4 veces más riesgo que la población general.
Algunas hernias aparecen sin causa aparente, mientras que otras pueden surgir por los siguientes eventos:
- Aumento de la presión abdominal.
- Esfuerzos repetidos al intentar defecar/orinar.
- Realización repetida de actividades físicas intensas, como recoger pesos.
- Tener toses o estornudos crónicos que generan repetidamente la compresión de la pared abdominal.
- Cuadro congénito que ocurre cuando una debilidad en un músculo de la pared abdominal no cierra correctamente antes del nacimiento.
- Debilidad en la musculatura tras una cirugía abdominal.
Fibrosis quística, criptorquidia, sobrepeso, tos crónica, agrandamiento prostático, estreñimiento crónico y esfuerzo en las evacuaciones son algunos de los factores de riesgo de este cuadro. Ante cualquier consulta o sospecha, no dudes en ponerte en contacto con tu profesional médico de confianza.
Diagnóstico de este tipo de hernia
El diagnóstico de una hernia inguinal comienza con un examen físico en el que el médico palpa el área inguinal mientras el paciente está de pie o hace maniobras que aumentan la presión intraabdominal, como toser. En este examen, se puede observar o sentir un bulto en el área inguinal que se hace más evidente al ejercer presión. Los síntomas asociados, como dolor o sensación de pesadez en la región inguinal, también ayudan en el diagnóstico.
En algunos casos, especialmente si la hernia es pequeña o en pacientes con sobrepeso, puede ser necesario realizar estudios de diagnóstico por imagen. La ecografía es el método más común para confirmar el diagnóstico y valorar el tamaño y la localización exacta de la hernia. En casos complejos, o cuando se sospechan complicaciones, puede ser necesario recurrir a una tomografía computarizada (TAC) o resonancia magnética (RM) para evaluar el contenido de la hernia y su posible impacto en los tejidos circundantes.
¿Cuál es el tratamiento de la hernia inguinal?
El tratamiento de la hernia inguinal depende de los síntomas y el riesgo de complicaciones. En hernias pequeñas y asintomáticas, o en pacientes con alto riesgo quirúrgico, se puede optar por el seguimiento con controles periódicos. Sin embargo, debido al riesgo de estrangulamiento y a que estos cuadros no desaparecen por sí solos con el paso del tiempo, la mayoría de las hernias inguinales se tratan con cirugía para evitar complicaciones graves en el futuro.
La cirugía para reparar una hernia inguinal puede realizarse mediante técnicas abiertas o laparoscópicas. En ambos casos, el objetivo es devolver el contenido herniado a su posición normal y reforzar la pared abdominal, generalmente con una malla sintética que reduce la probabilidad de recurrencia. La elección de la técnica depende de factores como el tamaño de la hernia, el estado de salud del paciente previo a la intervención y la experiencia propia del cirujano, entre otras muchas cosas. La recuperación suele ser rápida y, en la mayoría de los casos, los pacientes pueden retomar sus actividades normales en unas pocas semanas.
En el caso de hernias estranguladas y encarceladas, se debe llevar a cabo una intervención quirúrgica de urgencia en la que se saca el intestino del conducto inguinal. De todas formas, este escenario límite no es el más común.
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