Conocer los agentes causales de la fractura de fémur es esencial para el bienestar.

Fractura de fémur: causas, síntomas y tratamiento

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El fémur es el hueso que forma el esqueleto del muslo. A nivel anatómico, esta estructura ósea conecta los huesos de la parte inferior de la pierna (articulaciones de la rodilla) con el hueso pélvico (articulación de la cadera). El fémur es el hueso más voluminoso, pesado, largo y resistente del cuerpo humano, representando el 26,74 % de la altura de una persona. Sirve como punto de fijación para todos los músculos que ejercen fuerza sobre las articulaciones de rodilla y cadera, proporciona un soporte estructural esencial y protege tejidos blandos en la cavidad pélvica y en la parte superior de la pierna.

Debido a su importancia a nivel anatómico, la potencial fractura del fémur puede causar diversos síntomas y problemas a largo plazo de no tratarse. En las siguientes líneas, se recogen las causas, los síntomas y el tratamiento de este cuadro clínico. De todas formas, ante cualquier señal de fractura, se recomienda encarecidamente acudir a un centro de urgencias médicas. Este espacio es meramente informativo.

¿Qué es la fractura de fémur?

La fractura de fémur, tal y como indica su propio nombre, es una lesión o rotura que tiene lugar en este hueso. Según fuentes científicas, este tipo de lesiones pueden ser el resultado de mecanismos de alta o baja energía y a menudo están asociadas con otros problemas de salud potencialmente graves. En caso de rotura femoral, es posible que tengan lugar los siguientes cuadros clínicos asociados:

  • Pérdida de sangre abundante, sobre todo si la fractura ósea provoca una raja en la piel.
  • Cadera rota si la rotura femoral se produce en su parte superior. Esto es más común en la población envejecida con osteoporosis.
  • Daño en la rodilla si se produce la rotura en la parte del fémur justo encima de la articulación.
  • Shock hipovolémico, en los casos en los que la pérdida de sangre sea muy significativa y no se recibe atención médica inmediata.
  • Riesgo aumentado de formación de coágulos sanguíneos en las venas de las piernas (trombosis venosa profunda).

La incidencia mundial de fracturas de la diáfisis femoral oscila entre 10 y 21 por 100 000  casos por año. Además, cabe destacar que el 2 % de estas fracturas son de tipo abierto. Este tipo de lesión es mucho más frecuente en la población envejecida, sobre todo si se trata de mujeres postmenopáusicas. La osteoporosis es un claro factor de riesgo para su ocurrencia.

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Síntomas asociados a la fractura femoral

Generalmente, la rotura de este hueso genera un dolor muy intenso. Además, suele ser un evento evidente, pues viene precedido de accidentes o traumatismos que en la mayoría de los casos se consideran severos. Entre los síntomas que más se asocian a este tipo de lesión, se destacan los siguientes:

  • Dolor muy intenso, que a menudo se asocia a incapacidad de caminar e incluso ponerse de pie.
  • Deformidad en la pierna afectada, puesto que esta pierde su estructura normal.
  • Incapacidad de poner peso sobre la pierna.
  • Aparición de piezas óseas visibles a través de la piel del área afectada, lo cual suele ir acompañado de abundante sangrado.
  • Aparición de bultos por debajo de la piel, correspondientes a piezas óseas que no han llegado a atravesarla.
  • Parte alta de la pierna y/o cadera amoratada.
  • Inflamación notable en el área afectada.
  • Entumecimiento y hormigueo en la pierna, en los casos en los que las terminaciones nerviosas se han visto afectadas.

Ante cualquiera de los síntomas citados, se requiere asistencia médica inmediata. Tal y como se ha comentado en líneas previas, la fractura de fémur es un traumatismo que se asocia a cuadros potencialmente graves, así que hay que abordarla cuanto antes.

Causas de este traumatismo

El trauma es el mecanismo más común de fracturas de la diáfisis femoral, y generalmente implica un golpe directo en el muslo o una fuerza indirecta transmitida a través de la rodilla. Algunos de los agentes causales que más habitualmente se asocian a este cuadro clínico son:

  • Accidentes automovilísticos de alto grado, especialmente aquellos que ocurren en motocicleta.
  • Disparo a la pierna (herida de bala).
  • Caídas desde altura considerable.
  • Ser atropellado por un coche como peatón.

Este cuadro también puede estar provocado por lesiones de fuerza menor, sobre todo en personas mayores de más de 65 años, especialmente si se trata de mujeres con osteoporosis.

Diagnóstico de la fractura de fémur

El diagnóstico de una fractura de fémur generalmente implica una combinación multidisciplinar que comprende: evaluación clínica, historial médico y pruebas de diagnóstico por imágenes. En primera instancia, el médico comenzará realizando un examen físico en el área afectada del paciente para evaluar los síntomas, la función y la apariencia de la pierna afectada. Esto puede incluir la palpación de la zona dolorida, la evaluación de la movilidad y la búsqueda de signos de deformidad, entre otros signos clínicos ya citados con anterioridad.

Para confirmar el diagnóstico y evaluar la gravedad de la fractura, así como su tipología, se pueden realizar pruebas de diagnóstico por imagen en el área afectada, como radiografías, tomografías computarizadas (TAC) o resonancias magnéticas (RM). Estas pruebas proporcionan imágenes detalladas del hueso y ayudan a determinar la ubicación exacta y la gravedad de la fractura, lo que guía el plan de tratamiento adecuado. La técnica imagenológica de elección dependerá de muchos factores. De todas formas, cabe destacar que la radiografía es la prueba que se suele emplear en la mayoría de los casos como primera opción.

Tratamiento de la rotura de fémur

En la inmensa mayoría de los escenarios, la fractura de fémur no se soluciona por sí sola con descanso y remedios caseros. También es necesario resaltar que la mayoría de lesiones de este tipo se operarán entre las 24 y 48 horas posteriores al diagnóstico, lo que evidencia su severidad.

Para fracturas menos graves, especialmente en personas jóvenes y saludables, el tratamiento no quirúrgico puede llegar a ser suficiente. El abordaje general implica la inmovilización de la pierna afectada con un yeso, férula u otro dispositivo ortopédico. Se puede recomendar el uso de muletas u otros dispositivos de ayuda para ayudar al paciente en su movilidad durante el período de curación.

Para fracturas más graves o inestables, especialmente en personas mayores o con sangrado por rasgado de la piel, puede ser necesaria la intervención quirúrgica. Las opciones quirúrgicas pueden incluir la reducción abierta y la fijación interna, en la que el hueso se realinea y se fija con placas, tornillos o clavos metálicos. Otro potencial abordaje es la colocación de un clavo intramedular, proceso en el que se coloca un dispositivo de metal dentro del canal medular del fémur para estabilizar la fractura.

Después del tratamiento inicial, la rehabilitación es una parte esencial para la recuperación del paciente. Esto puede incluir terapia física para ayudar a restaurar la fuerza, la movilidad y la función en la pierna afectada. Cabe destacar que el periodo medio de recuperación oscila los 6 meses, y suele estar acompañado de dolor y limitación del movimiento. En caso de presentar un malestar considerable, siempre se puede acudir al médico para la prescripción de analgésicos y otros fármacos.

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