Dependiendo de la localización exacta del dolor, es posible inferir de forma aproximada dónde está la lesión en sí, tal y como se indica en la siguiente tabla:
- Cerca de la superficie, por encima o detrás de la rodilla: suele ser señal de un problema en músculos, tendones o ligamentos.
- En el interior de la rodilla: a menudo, se asocia con lesiones en huesos o cartílagos.
- En múltiples secciones de pierna y rodilla: en estos casos, la etiología puede ser algo más compleja y de difícil diferenciación. Múltiples partes de la extremidad pueden verse afectadas y se requiere atención médica con presteza.
Además, es importante notar que el dolor de rodilla puede presentarse de manera más o menos constante o, en su defecto, aparecer “en oleadas”. Por ejemplo, es habitual que el malestar sea más evidente al caminar, correr o transportar objetos pesados, y suele mejorar cuando se descansa. También es relativamente común que el dolor de rodilla esté más presente durante las primeras horas del día, y remita algo al atardecer-anochecer. De todas formas, es importante destacar que las particularidades clínicas del malestar dependen de la situación de cada paciente. Ante cualquier duda, consulta con tu médico.
Síntomas asociados
El dolor de rodilla no es un cuadro clínico en sí mismo, sino un síntoma de una condición subyacente. Como tal, puede acompañarse de otros signos que indican un problema en esta articulación, entre los que se encuentran los siguientes:
- Rigidez.
- Hinchazón.
- Inestabilidad.
- Debilidad.
- Sonidos de crujido o chasquido al mover la articulación.
- Aparición de moratones.
- Incapacidad de realizar ciertos movimientos.
Causas del dolor en la rodilla
Las principales causas del dolor en la rodilla se pueden dividir en 3 bloques: uso excesivo, artritis, y lesiones mecánicas.
- Uso excesivo: las actividades físicas y el ejercicio son las principales responsables del dolor dentro de este grupo. Los deportes que más predisponen a este cuadro son aquellos que implican saltar, correr de forma continuada, o cambiar de dirección súbitamente. El ciclismo, el baloncesto, el crossfit y el fútbol son algunos ejemplos.
- Artritis: la artritis causa dolor de rodilla porque provoca inflamación en las estructuras de la articulación, como el cartílago, la membrana sinovial y los tejidos circundantes, lo que resulta en rigidez, hinchazón y sensibilidad. Diversos tipos de artritis pueden causar dolor en la rodilla, como la osteoartritis, la artritis reumatoide, o la artritis post-traumática.
- Lesiones: las lesiones mecánicas, en muchos casos, son las principales causantes del dolor de rodilla. Entre las más habituales, se encuentran desgarros de ligamentos como el ligamento cruzado anterior (LCA) o posterior (LCP), lesiones de los meniscos por giros bruscos, tendinitis por sobrecarga en los tendones, bursitis causada por inflamación de las bolsas sinoviales, luxaciones de la rótula o de la articulación, fracturas en los huesos de la rodilla, y esguinces o distensiones por movimientos forzados.
Más allá de estos cuadros clínicos, existen otras causas de dolor de rodilla menos comunes, pero que también deben ser citadas. El cáncer óseo, la presencia de quistes articulares o las infecciones en la articulación son algunos ejemplos.
Cabe destacar que también existen factores de riesgo para el desarrollo de este malestar. El sobrepeso/obesidad, la ausencia de fuerza muscular, la flexibilidad limitada y la presencia de lesiones previas en la articulación son las más importantes a citar.
¿Cómo se diagnostica el dolor de rodilla?
El diagnóstico del agente causal del dolor de rodilla comienza con una evaluación clínica detallada, la cual incluye la historia médica del paciente y un examen físico. El médico preguntará al afectado sobre la duración, la localización, la intensidad y las circunstancias que provocan o agravan el dolor, así como antecedentes de lesiones, enfermedades articulares o sobrecarga. Durante el examen físico, se evaluarán factores como la movilidad, la estabilidad, la alineación, la hinchazón, la sensibilidad y la presencia de ruidos articulares al mover la pierna. También se realizarán maniobras específicas (como la prueba de Lachman) para detectar lesiones del ligamento cruzado anterior, o el test de McMurray para lesiones de meniscos.
Para confirmar el diagnóstico o descartar causas específicas, pueden emplearse estudios de diagnóstico por imagen. Las radiografías son útiles para detectar fracturas, osteoartritis o malformaciones óseas, mientras que la resonancia magnética (RM) permite evaluar tejidos blandos como ligamentos, meniscos y cartílago. La ecografía es importante para identificar acumulaciones de líquido o inflamaciones como bursitis, y en algunos casos, se realizan análisis de líquido articular para detectar infecciones, cristales de ácido úrico (gota) o enfermedades inflamatorias como la artritis reumatoide.
Tratamiento
El tratamiento del dolor de rodilla depende de la causa subyacente y puede incluir opciones conservadoras, farmacológicas y quirúrgicas. En casos leves o moderados, se recomienda reposo para evitar agravar la lesión, junto con la aplicación de bolsas de hielo en el área afectada para reducir la inflamación, compresión con vendajes elásticos y elevación de la pierna afectada (protocolo RICE). Además, la fisioterapia puede ser de gran utilidad durante la recuperación para el fortalecimiento muscular, la mejora de la flexibilidad y el reentrenamiento de la biomecánica para aliviar la presión sobre la rodilla.
El manejo farmacológico incluye analgésicos como paracetamol o antiinflamatorios no esteroideos (AINEs) con el fin de controlar el dolor y la inflamación. En casos de dolor crónico o artritis inflamatoria, pueden ser necesarios fármacos más específicos, como corticoides inyectados en la articulación para aliviar brotes agudos o medicamentos modificadores de la enfermedad (DMARDs) en artritis reumatoide. También se puede considerar la aplicación de ácido hialurónico intraarticular con el objetivo de mejorar la lubricación y amortiguación de la rodilla en pacientes con osteoartritis.
Cuando los tratamientos conservadores no son efectivos o la lesión es grave, se recurre a opciones quirúrgicas. Estas pueden incluir artroscopias para reparar o remover tejidos dañados, reconstrucción de ligamentos, correcciones de alineación ósea mediante osteotomías o, en casos avanzados de desgaste articular, reemplazos parciales o totales de rodilla.
La elección del tratamiento depende de factores como la edad, nivel de actividad, y los objetivos del paciente, siempre buscando restaurar la funcionalidad y calidad de vida. Ante cualquier duda o presencia de síntomas inespecíficos, te recomendamos ponerte en contacto con tu médico de confianza.
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