Dolor articular en verano
Dolor articular en verano: con las altas temperaturas, hay más dolor.

Dolor articular en verano

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Las articulaciones son las estructuras anatómicas que permiten la unión entre dos huesos o entre un hueso y un cartílago. La mayoría de las articulaciones son móviles y permiten que los huesos se muevan, siendo así una parte fundamental para la locomoción y la relación del cuerpo con el entorno tridimensional. Son una parte crucial del sistema musculoesquelético, y el ser humano cuenta con más de 360 de ellas repartidas por todo el organismo.

Las articulaciones “clásicas”, como la rodilla y el codo, están formadas por superficies articulares cubiertas de cartílago, una cápsula articular que las envuelve, líquido sinovial que lubrica y nutre, y en muchos casos, ligamentos y tendones que proporcionan estabilidad y movimiento. Algunas articulaciones también incluyen meniscos o discos articulares que amortiguan el impacto. Su diseño varía según la función: algunas permiten amplio rango de movimiento (como el hombro), mientras otras son más rígidas y estables (como las de la columna).

Debido a su constante estrés mecánico y a su debilitamiento con el paso del tiempo, el dolor articular se vuelve un síntoma habitual a medida que el ser humano envejece. La artritis reumatoide, la tendinitis o la bursitis son algunos de los cuadros que más se asocian a este signo clínico, si bien existen muchos más. Además, es usual que ante temperaturas extremas (muy altas o muy bajas), las articulaciones se vean sometidas a mayores esfuerzos, lo que empeora el cuadro. En las siguientes líneas, te contamos el vínculo entre el dolor articular y el verano.

¿Aumenta el dolor articular en verano?

Tal y como indican fuentes profesionales, la relación entre la climatología y el dolor articular lleva siendo estudiada desde hace décadas, si bien los resultados no siempre son tan reveladores como nos gustaría. Las investigaciones se han centrado, sobre todo, en la artritis, la gota o el lupus, condiciones que tienen en común la inflamación articular, un claro origen inmunitario/metabólico, y una capacidad de brotar o agudizarse en ciertos momentos.

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De forma clásica, el empeoramiento del dolor articular se ha asociado a un temporal frío y lluvioso. Según estudios científicos, Los días húmedos y ventosos con baja presión atmosférica aumentan la probabilidad de experimentar más dolor de lo normal en pacientes con gota/lupus en aproximadamente un 20 %. Contrario a lo que se suele pensar, son los cambios en la presión barométrica lo que más podría afectar a las articulaciones, no tanto la humedad, la lluvia y la temperatura más baja de lo normal. Las bajas presiones barométricas pueden hacer que los tejidos alrededor de las articulaciones se hinchen, lo que a su vez aumenta la presión dentro de las articulaciones afectadas, exacerbando el dolor y la inflamación.

La pregunta que nos atañe es la siguiente: ¿y las temperaturas altas? Aunque parezca contra intuitivo, el calor extremo también puede aumentar el dolor articular. Estudios ya citados afirman que, ante temperaturas altas, existe un 40 % más de riesgo de ataque de gota en comparación con temperaturas moderadas. Otra investigación publicada en 2020 por la Arthritis & Rheumatology reveló que el aumento de la temperatura se asocia de forma estrecha con molestias articulares, erupciones cutáneas e inflamación de la membrana que rodea el corazón y los pulmones en personas con lupus.

Posibles explicaciones a este fenómeno

Tal y como hemos visto en líneas previas, parece que tanto los cambios en la presión barométrica como las temperaturas extremas (ya sean frías o cálidas) pueden empeorar la sintomatología de cuadros como la gota, la artritis reumatoide o el lupus. En el siguiente listado, se exponen algunas de las potenciales explicaciones a este fenómeno:

  • Deshidratación: la sudoración excesiva durante el verano aumenta el riesgo de deshidratación, sobre todo si se lleva a cabo actividad física intensa durante las horas más calurosas del día. La falta de líquido en el cuerpo puede disminuir la lubricación del entorno articular, provocando así más roce, rigidez y malestar.
  • Cambios en la presión atmosférica: aunque en invierno estas fluctuaciones suelen ser más evidentes, también ocurren en verano. Las personas especialmente sensibles pueden llegar a notarlo también en las épocas más cálidas del año.
  • Aumento de la actividad física: en verano, los seres humanos tendemos a salir más de casa, con todo lo que ello conlleva. Suelen tener lugar más salidas al campo, más ejercicio físico o simplemente una mayor proclividad al caminar durante un viaje turístico. Todo esto hace que el aparato locomotor se utilice más y, en personas con enfermedades previas, las articulaciones se puedan resentir.
  • Calor, humedad e inflamación: la humedad alta puede provocar que los tejidos alrededor de las articulaciones se hinchen más, lo que en ocasiones incrementa la rigidez y limitación del movimiento. El calor extremo también puede incrementar la hinchazón e inflamación local, exacerbando aún más los síntomas.
  • Problemas circulatorios: el calor provoca la dilatación de los vasos sanguíneos del organismo, lo que puede hacer que la sangre se acumule en las extremidades inferiores y dificulte su retorno al corazón. En ocasiones, esto se traduce en hinchazón de las piernas, lo cual también puede afectar a articulaciones como la rodilla.

¿Qué hacer?

El primer paso para evitar el dolor articular en verano es mantener una buena hidratación. Beber suficiente agua ayuda a conservar el líquido sinovial que amortigua y protege las articulaciones, lo que evita muchos problemas en primera instancia para personas con enfermedades musculoesqueléticas. También es recomendable evitar la exposición prolongada al sol y al calor extremo, ya que las altas temperaturas pueden aumentar la inflamación y favorecer la retención de líquidos, lo que podría generar hinchazón y malestar articular, tal y como hemos mencionado en líneas previas.

Además, conviene realizar actividad física moderada y regular, como caminar, nadar o hacer ejercicios en el agua, que fortalecen los músculos sin forzar las articulaciones. Es fundamental calentar antes del ejercicio y evitar movimientos bruscos o excesivos. Usar ropa cómoda, calzado adecuado y descansar en lugares frescos también puede ayudar a reducir el riesgo de dolor. Aun así, si padeces una enfermedad articular diagnosticada, es aconsejable que busques el tratamiento médico indicado y consultes al especialista ante cualquier empeoramiento de los síntomas.

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Santiago Domenech De Frutos

Médico cirujano por la Universidad de Carabobo (Venezuela) con múltiples másteres en medicina de emergencias, ecografía músculo-esquelética, medicina del deporte y patología aguda pediátrica.

Especialista en trauma-shock, ecografía clínica integral y diagnóstico en traumatología.

Médico adjunto en urgencias traumatológicas en Hospital Quirón Valle del Henares y asistente en Elgeadi Traumatología.

Profesor en la Universitat de Barcelona y en UltraDissection Group, especializado en formación de ecografía para médicos de emergencias.

Amplia experiencia en medicina de urgencias y emergencias en hospitales como HM Hospitales, Clínica Santa Elena, Hospital Nisa y Sanitas La Moraleja.

Instructor en múltiples programas de soporte vital y emergencias, incluyendo PALS, ACLS, BLS, FCCS y ATLS.

Coordinador del Servicio de Medicina de Emergencias en IFEMA y exdirector del European Institute of Ultrasound in Medicine.

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Alejandro Almoguera

Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad Autónoma de Madrid, especializado en cirugía ortopédica y traumatología en el Hospital Universitario Príncipe de Asturias.

Formación complementaria en cirugía de mano y reconstructiva en FREMAP, el Instituto de la Mano del Dr. Piñal y con el Dr. Cavadas en Valencia.

Miembro de SECOT, SOMACOT y SECMA, además de cooperante activo en la ONG COEM.

Coordinador de Trasplantes de Tejido Osteotendinoso en el Hospital Fundación Hospitalarias Beata María Ana de Madrid.

Experiencia como responsable de cirugía de mano y muñeca en el Hospital QuirónSalud Valle del Henares y en EQAL Traumatología del Hospital Nuestra Señora del Rosario.

Consultor de cirugía de mano y muñeca en la Clínica Universidad de Navarra (Madrid y Pamplona).

Especialista en cirugía artroscópica y ortopedia de rodilla, pie y tobillo, con alta cualificación en técnicas microquirúrgicas y reconstructivas.

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Jose Ramón Almoguera

Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad Complutense de Madrid, con másteres en Biomecánica del Aparato Locomotor y Anatomía Funcional y Clínica de la Rodilla.

Especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología, formado en el Hospital Fremap de Majadahonda con el Dr. Pedro Guillén.

Ex Jefe Clínico de la Unidad de Miembro Superior y ex Jefe de Servicio de Traumatología en el Hospital Fremap.

Más de 30 años de experiencia en cirugía artroscópica de rodilla, hombro y codo, prótesis articulares y tratamiento de fracturas.

Ponente, director y miembro de comités organizadores en numerosos cursos y congresos médicos.

Miembro emérito de varias sociedades científicas (SECOT, SECHC, SETLA) y ex integrante de la Junta Directiva de SETLA.

Docente en universidades y cursos especializados en biomecánica, traumatología y cirugía artroscópica.

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John Doe

Cargo: Traumatólogo

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