2. Síndrome de fricción de la banda iliotibial
El síndrome de fricción de la banda iliotibial, también conocido como síndrome de la cintilla iliotibial o ITBS, se produce cuando esta banda resulta inflamada e irritada por el roce contra el hueso en la parte externa de la cadera o la rodilla. Esta lesión afecta de forma asidua a ciclistas y corredores, pues doblar la rodilla repetidamente en estas actividades puede crear irritación e inflamación del tendón iliotibial. El síntoma más común de esta condición es un dolor leve en la parte externa de la rodilla o la cadera al ponerse en marcha físicamente. Al principio, este malestar puede desaparecer tras el calentamiento, pero con el tiempo empeora y se torna más permanente.
El tratamiento del ITBS se enfoca en reducir el dolor y la inflamación, además de la resolución de las causas subyacentes. Inicialmente, se recomienda reposo, aplicación de hielo, y el uso de antiinflamatorios no esteroides. La fisioterapia es clave, incluyendo estiramientos de la banda iliotibial y fortalecimiento de los músculos abductores y del core. El masaje de liberación miofascial también puede ser útil. En casos crónicos, la corrección de biomecánicas, como el ajuste del calzado deportivo o la técnica de carrera, y ocasionalmente, terapias avanzadas como inyecciones de corticoides, pueden ser necesarias.
3. Periostitis tibial
La periostitis tibial es un problema habitual en personas que practican ejercicio. Este cuadro cursa con una inflamación de los músculos, los tendones y el tejido óseo alrededor de la tibia, en general derivado de una actividad repetitiva debido a un mayor entrenamiento de lo normal. El dolor de la periostitis tibial generalmente se produce a lo largo del borde interno de la tibia (donde los músculos se pegan al hueso), aparece durante el ejercicio, y suele mejorar con el reposo.
En el examen físico previo al diagnóstico de este cuadro, se puede observar sensibilidad localizada a lo largo del borde de la tibia, con posible hinchazón en los primeros estadios. Las pruebas de diagnóstico por imagen, como la radiografía, generalmente son normales, aunque pueden resultar útiles para descartar otras condiciones subyacentes. En algunos casos, la resonancia magnética (RM) o ecografía puede ayudar a confirmar la inflamación del periostio, ya que estos estudios son especialmente buenos en la detección de lesiones de tejidos blandos (como tendones y músculos).
4. Inflamación del tendón de Aquiles
La tendinitis de Aquiles es la inflamación del tendón de Aquiles, un fuerte cordón fibroso que conecta los músculos de la parte trasera de la pantorrilla con el hueso del talón. Esta patología suele manifestarse de forma inicial como un dolor leve en la parte posterior de la pierna tras correr o realizar otra práctica deportiva. Después de llevar a cabo otras actividades motoras más demandantes, como subir escaleras de manera repetida o saltar, pueden aparecer episodios de malestar más graves.
Al igual que en los casos anteriores, la inflamación del tendón de Aquiles requiere una exploración médica física con el fin de determinar la ubicación del dolor y si hay sensibilidad o hinchazón. Es posible que se recomiende la realización de una radiografía para descartar lesiones óseas o, en su defecto, la prescripción de RM o ecografía para una correcta visualización de este tendón y su potencial inflamación. La ecografía Doppler en color, una prueba imagenológica especial, puede evaluar el flujo sanguíneo alrededor del tendón y detectar anomalías con gran precisión.
5. Síndrome de dolor patelofemoral
Este término se emplea para describir un cuadro que cursa con malestar en la parte delantera de la rodilla y alrededor de la rótula. El síndrome de dolor patelofemoral (SDPF) también se conoce a menudo como rodilla de saltador o rodilla de corredor, pues es una patología muy habitual en personas que practican deporte de manera asidua. Si bien la causa exacta del SDPF no está clara, se cree que se debe al uso excesivo de la articulación. Los factores de riesgo incluyen traumatismos, aumento del entrenamiento y debilidad del músculo cuádriceps.
En el examen físico para la detección de este cuadro clínico, se puede detectar dolor en el paciente al presionar la rótula o al realizar movimientos que involucren la flexión de la rodilla. Las radiografías suelen ser normales, pero pueden ser útiles para descartar otras patologías, igual que en los casos citados con anterioridad. En algunos escenarios, se puede recurrir a la resonancia magnética (RM) para evaluar el cartílago articular.
6. Esguince de tobillo
El esguince de tobillo es una lesión que ocurre cuando el tobillo se tuerce, gira o dobla de manera extraña. En este escenario, las bandas resistentes de tejido (ligamentos) que mantienen los huesos del tobillo unidos se estiran o desgarran. Los signos y síntomas de este cuadro incluyen dolor (sobre todo al soportar peso sobre el pie afectado), sensibilidad al tocarse el tobillo, hinchazón, formación de moratones en el área afectada, inestabilidad o amplitud de movimiento reducida en el pie.
El diagnóstico de un esguince de tobillo se realiza mediante una combinación de la historia clínica y un examen físico detallado. Inicialmente, el paciente suele reportar un evento traumático, como un giro brusco o una torcedura, seguido de dolor, hinchazón y dificultad para apoyar el pie. Durante la exploración, se evalúa la localización del dolor, la estabilidad de la articulación y la amplitud de movimiento. Las maniobras específicas, como la prueba de cajón anterior o la prueba de inversión forzada, pueden indicar lesiones en los ligamentos. En lo que a imagenología se refiere, también se puede recurrir a rayos X, RM o ecografía en caso de duda.
7. Bursitis de cadera o rodilla
La inflamación de la bursa o bursitis es la hinchazón o irritación de una o más bursas, sacos llenos de líquido que actúan como amortiguador entre los músculos, los tendones y los huesos. A menudo, la bursitis es resultado de la sobrecarga, el incremento de actividad física y el sobrepeso/obesidad. Este cuadro clínico se caracteriza por la presencia de dolor articular, rigidez, hinchazón, calor y enrojecimiento sobre la articulación afectada, entre otros signos clínicos.
El diagnóstico de la bursitis de rodilla o cadera se basa en la evaluación clínica y puede confirmarse con estudios de imagen, como ecografía o resonancia magnética, si es necesario. El tratamiento incluye reposo, aplicación de hielo, uso de antiinflamatorios no esteroides y evitar actividades que agraven el dolor. En casos graves, se pueden realizar infiltraciones con corticoides o, raramente, drenaje quirúrgico si hay infección o acumulación de líquido persistente. La fisioterapia también ayuda a fortalecer y prevenir recaídas.
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